Desde que vivo fuera de Puerto Rico, he procurado mantener viva la tradición del Día de Reyes. Jamás mandé a mi hijo a la escuela un 6 de enero y hasta que estaba bastante grande, tenía que recoger grama para los camellos o había amenaza de falta de regalos (incluso cuando ya estaba en edad de saber que los Reyes eran reinas: mamá y abuela). A falta de poder hacer una Promesa de Reyes como las que tradicionalmente aún se hacen especialmente en el centro de la isla, invito a la familia y los espero con comida típica, música, regalos para todos (aunque sea una bobería), y siempre recalcando esa bonita tradición de la Epifanía, que a mi me hacia mucha ilusión cuando era niña. Pues hace dos años, en una de estas reuniones familiares en la diáspora, le hice silenciosamente una promesa a los Santos Reyes: que iría a visitarlos a su última morada.
Y es que hacía apenas unos años antes de eso había descubierto que los restos mortales de los Reyes Magos estaban en un lugar inesperado para mi: Alemania. Me dije ¿Alemania? Pues sí, la enorme catedral gótica de la ciudad de Colonia alberga un enorme relicario donde -alegadamente- yacen los restos de esos tres sabios hombres que llegaron a visitar al Niñito Jesus recién nacido, con unos regalos muy poco prácticos (ahorita les cuento el significado de cada uno). Digo “alegadamente” porque vamos, por fe, los cristianos creemos la historia del nacimiento de Jesús, pero en la práctica, ¿tenemos realmente forma de comprobar que así se dieron las cosas? Hablamos de tres magos (refiriéndose a sabios), pero he leído que podían ser más. La cualidad de “santos” se la damos sólo los católicos (eso tampoco lo sabía). Pero para propósitos de este relato, me voy a ir con la historia tradicional que conocemos y que en Puerto Rico, adoptamos de España (aún no sé por qué no adoptamos también la deliciosa rosca de Reyes!).
¿Cómo fueron a parar las reliquias de Melchor, Gaspar y Baltasar a esa ciudad, la cuarta más grande del país, al oeste de Alemania y sobre el Río Rin, cerca de las fronteras con Bélgica y los Países Bajos? Aquí se los cuento.
La tradición cuenta que los restos de los Tres Reyes Magos emprendieron un largo viaje mucho antes de llegar a Colonia. Según relatos antiguos, las reliquias de los Reyes Magos fueron encontradas por la emperatriz Elena, madre del emperador Constantino el Grande, en el siglo IV. Elena envió grandes misiones en busca de las reliquias, y en Saba habría encontrado las de los Reyes, enterradas en una tumba. Después del hallazgo, fueron trasladadas a Constantinopla, que por ese entonces era la capital del Imperio Romano, uno de los centros más importantes del cristianismo, y donde permanecieron un largo tiempo como reliquias de gran valor espiritual. Tiempo después, San Eustorgio visitó al Emperador para que aprobara su nombramiento como obispo de Milán, y Constantino II además de aceptar al prelado le entregó como obsequio las reliquias de los Reyes Magos, que hasta entonces habían permanecido en Santa Sofía. En Milán se convirtieron en objeto de veneración y peregrinación.
Todo cambió en el año 1164, cuando el emperador Federico I Barbarroja, después de conquistar la ciudad de Milán, decidió entregar las reliquias al entonces arzobispo de Colonia, Rainald von Dassel. El traslado de los restos a territorio alemán no fue un simple gesto simbólico: representó una afirmación de poder político y religioso en la Europa medieval.
La llegada de las reliquias transformó por completo a Colonia, me atrevo a decir que hasta el día de hoy. La ciudad pasó de ser un centro comercial importante a convertirse en uno de los principales destinos de peregrinación de Europa, atrayendo a fieles de todo el continente. Alemania es un país laico con libertad de culto, pero solo el 24% de su población es católica. Incluso, la catedral de la capital, Berlín (Berliner Dom), un monumental templo neobarroco muy digno de conocer, es protestante (luterano). Sin embargo, la magnitud espiritual de este acontecimiento fue tal que pronto surgió la necesidad de construir un templo que estuviera a la altura del valor de las reliquias. Y hoy día, el monumento más visitado de Alemania no es la Puerta de Brandenburgo o los restos de la Muralla de Berlín, es la Catedral de Colonia.
Así nació el ambicioso proyecto de la Catedral, concebida no sólo como un lugar de culto, sino como un monumento que reflejara la fe, el poder y la importancia de la ciudad. La construcción comenzó en 1248, inspirada en las grandes catedrales góticas francesas, y aunque tardó más de seis siglos en completarse, su propósito siempre fue claro: custodiar y honrar lo que muchos consideraban uno de los tesoros espirituales más importantes del mundo cristiano.
Según el sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO, la Catedral de Colonia se divide de la siguiente forma:
Las partes típicas de una gran catedral gótica: una nave central y naves laterales (cinco en total), un crucero que cruza transversalmente, un coro con el presbiterio y el altar mayor; torres gemelas imponentes, y espacios como el púlpito, la pila bautismal, y áreas para el órgano y vitrales detallados que narran historias bíblicas, como un gran ejemplo de arquitectura gótica alta.

Es enorme. Impresionante cuando finalmente la vi. Recomendación: vaya con tiempo y zapatos cómodos! El relicario se encuentra en el altar mayor y es un sarcófago triple, grandísimo, de estilo gótico, hecho de plata dorada, oro, esmaltes y piedras preciosas, y donde descansan los restos de los tres Reyes. Si, los tres, juntitos.

Sus dimensiones son: 2.20 metros de largo y 1.50 de alto, pesando unos 350 kilos; aproximadamente a 7.22 pies de largo y 4.92 pies de alto y pesando unas 771 lbs.
Están venerablemente colocadas muy altas en el altar mayor, y aunque hay muchos visitantes, siento que tuve el tiempo para apreciarla.
Me encontraba de viaje con amigos por los Países Bajos y Bélgica. En Amsterdam nos despedimos, ellos permanecieron un día más en Holanda y yo emprendí mi propio y muy catolico peregrinaje hasta Colonia, a pagarle mi promesa a los Reyes. Fue un buen viaje en tren; un par de horas, ya sin las incomodidades de los viajes de estudiante, ya en asiento en primera clase, y no esperándome un hostal, sino un buen Hilton. Desde que sales de la estación de tren, la catedral aparece de golpe, enorme, oscura, imponente. No hay forma de ignorarla o de perderse. Caminé hacia ella con esa mezcla de emoción y respeto que provocan los lugares que cargan siglos encima. Que has esperado tiempo para conocer. Al entrar, el ruido de la ciudad se apaga y todo se vuelve más lento. La luz entra tímida por los vitrales y el espacio te obliga a mirar hacia arriba… siempre hacia arriba.
Obviamente no fui solo por la arquitectura, sino por la historia que se esconde detrás del altar mayor; ¡pero que impresionante es esa arquitectura!
Mientras observaba, no pude evitar pensar en el largo viaje que supuestamente hicieron esos restos antes de llegar a Colonia. Más allá de si uno cree o no en las reliquias, hay algo profundamente conmovedor en estar frente a ese relicario. O por lo menos así lo fue para mi. Así fue mi visita a los Santos Reyes, esos sabios señores que reconocemos con barba y finas capas, que siguieron una estrella para llegar a conocer a un recién nacido, con regalos que solo hombres muy sabios podían llevar: oro, incienso y mirra. Regalos simbólicos para el Niño Jesús, que representan su realeza como Rey de los Judíos (oro), su divinidad como Hijo de Dios (incienso), y su misión sacrificial (mirra; una sustancia usada para embalsamar, prefigura su humanidad, sufrimiento y muerte por la salvación de la humanidad).
Miré a mi alrededor a todas las personas que llegan hasta allí por diferentes razones; algunas por fe, otras por curiosidad y seguramente algunas en algún tour y no saben ni lo que están viendo. Pero, confieso, muy egoístamente, pensé en mí misma; en los pasos que le tomaría a esa niñita que fui algún día y que esperaba con ilusión ese día de la llegada de los visitantes de Oriente, llegar hasta ese lugar, hasta ese momento preciso. Atesoraré ese recuerdo siempre. Que bonito es que los viajes nos conecten con historias tan antiguas y universales. Colonia me regaló eso… y mucho más.

Algunos consejos prácticos para visitar la Catedral de Colonia
- Está justo al lado de la estación central (Köln Hauptbahnhof). Imposible perderse.
- La entrada a la catedral es gratuita, pero algunas áreas y el tesoro tienen costo.
- Si quieres apreciar el ambiente con más calma, entra temprano en la mañana o al final de la tarde.
- Usa zapatos cómodos: el área alrededor es perfecta para caminar.
- Dedica tiempo a sentarte y observar. No es un lugar para ir con prisa.
