Hace unos mesesitos no había sacado el tiempo de escribir en este espacio al que le he tomado tanto aprecio.
Tenía pensada una historia de lo más interesante sobre Foley Inn House, un Bed & Breakfast en Savannah, GA donde puedes llevar a tu perro (es pet friendly), pero no puedes llevar a tus hijos (es “couples only”). Tiene un pasado escabroso, tal como a mi me gusta, pero ese cuento lo voy a dejar para un futuro cercano.
En días pasados anduve de guía turística por uno de mis lugares favoritos, el colorido y siempre animado Key West, la última isla habitada de las 1700 que componen el archipiélago de los Cayos de la Florida. La mayoría son muy pequeñas y no todas habitadas; 43 de ellas están conectadas por puentes.
Si visitas Key West, la palabra que más vas a ver usada es “Southermost”. Al ser el punto más meridional en los Estados Unidos continentales, hay una parada obligada en una boya negra y roja que tiene el logo de la República de la Concha (¡espero que no me esté leyendo ningún amigo argentino!) o el Conch Republic, que hace referencia a ese 23 de abril de 1982 en el que Key West se declaró en secesión y fue un país independiente… por un día y que marca el punto donde estás a solo 90 millas de Cuba. La historia de la secesión es una buena para otro día también. Entonces, está el hotel “southernmost”, la casa “southernmost”, el selfie “southernmost”, en fin. Además de todo lo “southernmost”, hay un nombre que también verás más que cualquier otro en la isla: Ernest Hemingway. El escritor norteamericano más celebrado del Siglo XX hizo de Key West su hogar por casi toda la década de los treinta, mientras estuvo casado con su segunda esposa, Pauline Pfeiffer, antes de irse a vivir a Finca Vigía en San Francisco de Paula en las afueras de La Habana, Cuba, con la tercera Señora Hemingway. Sobre las mujeres en la vida de Ernest podemos hacer una tesis doctoral y esto es una entradita más corta, pero para contar la historia que me solicitaron hoy (¡sí, me pidieron que contara!), hay que dar un leve trasfondo de las tres primeras esposas de Hemingway.
La primera Señora Hemingway fue Hadley Richardson, peliroja y 8 años mayor que él y la única esposa que no fue una mujer profesional (dejó la universidad por asuntos familiares y dejó el piano que le gustaba por considerar que no tenía talento suficiente), pero sí independiente financieramente gracias a varias herencias. Con Hadley se casó en 1921, tuvo un hijo, y fue con ella con quien viajó a Paris y conoció a Gertrude Stein y todos los artistas expatriados de la época (¿vieron Midnight en Paris?). Cuando nació el niño, estaban viviendo en Toronto y él trabajaba como reportero para un periódico local. Pero pronto se cansó de la vida de los suburbios canadienses y quiso regresar a París. Y como uno no sabe las consecuencias que nos van a traer nuestras decisiones en el momento, fue en esa mudanza a vivir a Paris que don Ernest le echó el ojo a la que sería se segunda esposa, Pauline Pfieffer.
Pauline era canceriana, igual que Hemingway, y cualquier canceriano como yo le puede decir que cangrejo con cangrejo no funciona, porque nos matamos con las garritas. Pero cuando uno está ciego enamorado, no ve esas cosas. Periodista de profesión, trabajó para Vogue y Vanity Fair, entre otras, y en un viaje a trabajar para Vogue Paris conoció –y se hizo amiga, de Hadley. Hadley y Ernest tenían ya su vida literata perfectamente estructurada en Europa: vivían en París, despedían el año en España y todos los años viajaban a San Fermín a la corrida de los toros. El tercer año consecutivo que viajaron a Pamplona para el evento, ¿quién creen que los acompañó? Pues la mismísima periodista canceriana. En 1926, Hadley se dio cuenta que la estaban cogiendo de boba en su cara y en enero de 1927 se divorció de Ernest. En mayo del mismo año el caballero se estaba casando con Pauline. Un dato curioso, en estos últimos años de matrimonio con Hadley fue que Hemingway tuvo la idea para su primera novela, “The Sun Also Rises” (“Fiesta” es el nombre de la traducción al español de la novela, otro dato curioso, no es “El sol siempre sale” o “El sol se eleva”), y de hecho, está dedicada a ella y su primogénito; como parte del arreglo del divorcio, le dio las regalías de la novela, que cobró toda la vida e incluyeron las de la película de 1957 protagonizada por Tyrone Powel, Ava Gardner, Errol Flyn y el actor de ascendencia boricua, Mel Ferrer. Unos años más tarde Hadley se casó de nuevo con un tipo que suena de lo más decente, y que a todas luces parece que trató muy bien a su hijo, así que fue karma quien se encargó de la amiga Pauline, de quien se trata nuestra historia de hoy.
La famosa casa de Whitehead Street en Key West fue un regalo de matrimonio de un tío de Pauline y tuvo un costo de $8,000. Aunque la casa necesitaba mucho arreglo, la pareja vio el potencial que tenía, la arreglaron y se instalaron allí. Era una casa lujosísima para la época, con el único sótano en Key West, que ha aguantado el embate de huracanes y un detalle muy especial: era la única casa privada en Key West en tener piscina. Y eso es lo que les voy a contar hoy, la historia de la piscina de los Hemingway, esposa No. 2.
No es una historia muy rara, te la cuentan todos los guías en el recorrido de la casa. En 1938, cuando fue terminada, la piscina tuvo un costo de $20,000, el equivalente a sobre $335,000 hoy día. Un lujo sin precedentes para una residencia en los años treinta, no solo por el precio, sin por el brutal trabajo de cavar el hueco de 24 pies de ancho por 60 pies de largo y 10 pies en la parte más honda, en puro coral como es el terreno de Key West. Fue un absoluto logro arquitectónico. En el espacio donde está la piscina, Ernest tenía un ring de boxeo, donde practicaba con algunos amateurs locales. Aunque se dice que Pauline construyó la piscina como venganza al enterarse que a ella también la habían “coronado”, los historiadores de la casa afirman que fue el mismo Ernest quien encargó la construcción de la piscina, pero al partir a uno de sus viajes a España a cubrir la guerra, dejó a Pauline encargada de supervisar la obra y no es un secreto que se quejaba del costo que seguía subiendo y subiendo. Esta era una pareja que peleaba, por ejemplo, durante la Guerra Civil Española, ella apoyaba a los nacionalistas (era una ferviente católica), y él a los republicanos; ¡ni en eso se ponían de acuerdo! Se dice que en una acalorada discusión sobre los costos excesivos de la construcción, Hemingway le dijo que ya que le había quitado casi hasta su último centavo, que ya de una vez, se quedara con el último. Se sacó un centavo del bolsillo y lo tiró furioso al piso. Con el cemento fresco de la construcción de la terraza de la piscina, el centavo quedó allí. Lo puedes ver en el cemento incrustado al lado de una las columnas cercanas a la piscina, frente a lo que ahora es el gift shop del museo, cubierto ahora para preservarlo. Esa es la historia de la primera piscina de Key West. Aunque supuestamente, Pauline no la mandó a construir en venganza, no me parece tan casual que fue precisamente en 1937 cuando Hemingway empezó un romance con la que sería su tercera esposa, la corresponsal de guerra Martha Gellhorn. Pauline y Ernest se divorciaron en 1940. Se casó con Gellhorn 3 semanas después… ¡Igualito que Marc Anthony con Dayanara y JLo!
Pauline y Ernest criaron a sus dos hijos en esa casa, Patrick y Gregory y fue allí donde un capitán de barco le regaló su primer gato “polidáctil”, Snowball, de quien descienden todos los gatitos que habitan ahora la casa. Ella vivió en Key West hasta su muerte en 1951 a los 56 años. Hacía fiestas en la casa y bromeaba que se quedó hasta con su último centavo. Ernest entonces vivió con Gellhorn en Finca Vigía en Cuba.
Como decía, esta casa es uno de mis lugares favoritos del mundo, y aunque en mi humilde opinión, las joyas de la casa son la habitación principal, donde aún está la cama del escritor (y donde duermen los gatos) y el estudio, donde escribió obras cumbres como “To Have And Have Not”, “For Whom the Bells Toll” y “The Snows of Kilimanjaro”, la historia de la piscina siempre le saca carcajadas a los turistas que hacen el recorrido.
*Si quieres saber más sobre la relación del escritor con Gellhorn, puedes ver la película del 2012, “Hemingway & Gellhorn”, protagonizada por el guapote Clive Owen y por Nicole Kidman. Si te gustaría conocer la casa –y la piscina, se encuentra en el 907 de la Calle Whitehead y está abierta los 365 días del año de 9am a 5pm. El costo de adultos es de $14. Se alquila para eventos, como bodas, pero la verdad, ¿quisieras casarte en la casa de un hombre que se casó 4 veces?




Gracias por llevarme a este lugar tan magico, podria volver mil veces! Me encanta como cuentas su historia, definitivamente tienes un don!
PS: Me gusta mas el cuento de la venganza jeje
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Gracias! Fue muy especial compartirlo contigo 🙂
Eso fue venganza fo’ sure!!!
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Great story writer!
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