Cuando empecé este espacio de Los Viajes de Ginés, dije que era para contar historias. Historias curiosas de lugares, tal vez de algún personaje histórico relacionado a un viaje. Bueno, pues hoy les voy a contar una anécdota que me pasó en un viaje, hace muchos años, que mis amigos cercanos conocen bien, y que se relaciona a un tema que ha estado en boga en estos pasados días. Pero no me voy a adelantar.
La primera vez que fui a Europa, hice un recorrido largo con mi comadre (en aquel entonces, aún no éramos comadres; no teníamos hijos, ni maridos y yo solo tenía una gata que estaba muy feliz con mis papás). Nuestro viaje nos llevó mayormente en tren, partiendo desde Madrid, a lugares tan lejanos con Budapest y Praga. Incluyó un par de barcos (a Grecia y una islita muy pequeña cerca de la costa de Sicilia llamada Panerea) y un avión para mi (para regresar de Bruselas a Madrid y emprender eventualmente el regreso a casa). Para aquel entonces, se deshacía la antigua Yugoslavia, lugares que parecían muy ajenos a nosotras y no estaban para nada contemplados en nuestro viaje. La ahora conocida República Croata, favorita de fanáticos de Game of Thrones, se encontraba atravesando una cruda guerra. Esa guerra duró desde 1991 hasta 1995. Mi viaje en cuestión fue precisamente en 1995. Croacia peleaba con el Ejército Popular Yugoslavo y este conflicto derivó en una lucha entre las tropas de la entonces recién independizada Croacia y las fuerzas rebeldes de la minoría serbia, que proclamaron la República Serbia de Krajina, apoyados por el ejército yugoslavo, mientras que los croatas apuntaban a establecer soberanía. Esta guerra fue particularmente brutal en Europa en estos tiempos modernos.
¿A qué viene toda la lección de historia? Bueno, como decía, nos encontrábamos viajando, de ciudad en ciudad, esta vez en Venecia, Italia, gastando las pocas liras que nos quedaban en comida en la estación del tren (aún no había Euros y había que cambiar moneda en cada país que entrabas -¡qué tiempos!), dispuestas a tomar un tren con destino a Budapest, Hungría.

Antes de partir en nuestra travesía europea, nuestros padres, cada uno por su lado, Don Luis y Don Roberto, nos dieron miles de recomendaciones, una de las más puntuales: No vayan a ningún territorio en conflicto. Yo por lo menos pensé ligeramente arrogante, ¡duh! Ni boba que fuera! Nos despedimos de las bellezas de Venecia, con algo de hambre (pero esa historia la dejamos para otro día), y nos subimos a nuestro tren, que era uno “over night”, o sea, dormiríamos en el tren y nos levantaríamos en Budapest. Plan perfecto. Miramos el mapa. Asumimos que la ruta nos llevaría a través de Austria hasta Hungría y 0 problemas.

Ya estábamos acostumbradas a que cada vez que cruzábamos una frontera, algún oficial se acercaba en los trenes para pedirnos los pasaporte. Los sellaban y seguíamos felices comiendo pan duro (okey, pan francés, que no es mi favorito). Así que no fue sorpresa cuando de madrugada tocan la puerta de nuestro compartimiento, y dormidas, casi en piloto automático, pasamos los pasaportes. Ya en este momento habíamos salido a la Europa Occidental, bien paseada por turistas occidentales como nosotras y donde la mayoría de la gente habla inglés o español, y habíamos entrado a la Europa Oriental, donde hacía relativamente poco había caído la cortina de hierro y la actitud de la gente ya cambiaba un poco. El oficial, nada simpático y hasta intimidante según mis recuerdos, nos dice en un inglés con acento muy pesado “No passport. Visa!”. Ahí se nos quitó el sueño. ¿Visa? ¿Qué visa? Yo no había pedido ninguna porque, aunque era un viaje largo no sería de más de 90 días. Pues nos encontrábamos nada menos que en Zagreb, capital croata, en pleno conflicto bélico. Exactamente donde nuestros papás nos dijeron que NO estuviéramos. Nunca pisamos Austria. El tren fue directo de Italia a Croacia en ruta a Hungría. Nos bajaron del tren. Nos llevaron detenidas a una estación de policía con un cargo que a mi me sonaba sumamente serio: atentar cruzar una frontera internacional de un país en guerra sin el visado necesario. Allí todo el mundo para mi era igual de miedoso que el señor del tren. Claro, no fuimos las únicas. Bajaron a unos cuantos. Me atrevo a decir que es de los sustos más grandes que he pasado en un viaje. Mi mente de cineasta -al menos de educación, nos veía en embajadas, tratando de comunicarnos con nuestros padres, y Don Luis y Don Roberto diciendo “pero ¿qué les dije?!”.

Luego de algo de lenguaje de señas, mapas y explicaciones que seguramente entendíamos solo nosotras, nos dieron una visa de tránsito en la misma estación de policía y nos permitieron subirnos al siguiente tren. Muchos de nuestros compañeros de viaje se quedaron en la estación, esperando ver cómo resolvían sus situaciones. Cabe mencionar que en ese momento Croacia aún no hacía parte de la Unión Europea (su entrada fue en el año 2004). ¿Por qué corrimos con tan buena suerte? No fue por nuestras caras bonitas (aunque de seguro, eso ayudó, jaja), fue porque teníamos uno de los pasaportes más poderosos del mundo por aquellos tiempos: el pasaporte americano.

En días recientes hubo una gran confusión al saberse la noticia de que supuestamente, efectivo en el año 2021, los ciudadanos estadounidenses necesitaríamos visa para visitar Europa. Los comentarios en las redes no se hicieron esperar. “¡Corre a planear tu viaje!” (como si no pudiéramos hacer el trámite de solicitar una visa como el resto de los mortales). Imposible no atarlo con la política. Si el presidente estadounidense propone entradas más estrictas con países con los que tenemos convenios y han sido aliados, hace años, ¿por qué no pueden ellos hacer lo mismo?
Lo que dijo la Unión Europea fue lo siguiente: viajeros estadounidenses tendrán que usar el Sistema Europeo de Información y Autorización de Viajes, ETIAS, para visitar lo que se conoce como el área Schengen europea. El Área Schengen en una zona de 26 países que no tienen fronteras internas y permiten movimiento entre ellos, e incluye países como España, Francia, Italia, Grecia, Alemania, Polonia, entre otros. Pues un par de días después de que se divulgara esta información, la Unión Europea aclara: que los reportes fueron erróneos (¿??), y que lo que sucederá a partir del 2021, es que “los ciudadanos de países que actualmente no requieren visa, incluido Estados Unidos, deberán solicitar una autorización para visitar los estados miembros”, y cito. El proceso se llevará a cabo efectivamente, a través del Sistema Europeo de Información y Autorización de Viajes, un sistema automatizado en línea, cuyo propósito es fortalecer los controles de seguridad de los visitantes. La solicitud tendrá un costo aproximado de $8 dólares y no debe tomar más de 10 minutos. La mismísima Interpol verificará las respuestas de forma cruzada por distintas bases de datos de seguridad y los viajeros recibirán una aprobación o un rechazo en tan solo minutos (o hasta 4 semanas).
Todo mi cuento croata era solo para ilustrar la importancia de estar bien informado a la hora de viajar, qué documentos necesitamos y con cuánto tiempo los debemos tramitar. Ya sabe, a partir del 2021, si va para Europa, dele al menos 5 semanas a sus trámites, si es ciudadano americano. ¡Y no asuma nada!
Happy travels!
*la foto de arriba es una del famoso Río Danubio, tomada en 1995. El río conecta las partes de Buda y Pest de la capital húngara
One Reply to “¿Detenida en Zagreb? La nueva “visa” Europea”